viernes, 21 de febrero de 2014


Cada mirada te decía: “Santa María”.

Cada silencio respondía: “Madre de Dios”.

Cada pensamiento pedía: “Ruega por nosotros”.

Y ante tu pureza, nos sentimos “pecadores”

Cuando te vimos en la salida, sonreímos: “ahora”

Cuando te vimos en la recogida, entendimos: “y en la hora de nuestra muerte”.

Y cuando se cerraron las puertas de la capilla, cuando la Virgen de Fátima se quedó dentro, una mujer se santiguó y a otra se le escapó una lágrima. Un hombre suspiró y otro miró al cielo…

Ya era noche cerrada; ya era noche en la calle y en el alma.

Y el viento repitió por las esquinas: “Amén, amén y amén”.